visitas al campo bravo

el toro y el caballo

El toro bravo y el caballo español.

Visitar una ganadería de toros bravos en Andalucía es sumergirse en más de 2000 años de pasión y de historia.
Desde los tiempos más remotos, el toro ha fascinado algunos y ha perseguido a otros. Desde la antigua Creta hasta Hemingway y Picasso, los dueños de la dehesa siempre han ejercido su magia y sus misterios sobre la humanidad.

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el toro

Desde el siglo XVIII, el toro bravo se cría en Andalucía (pero también en el resto de España, como en el Norte en el Campo Charro, y en Francia en las Landas o la Camarga) con el único y exclusivo objetivo de la Lidia. El toro se selecciona según los criterios de cada ganadero, pero siempre es una cuestión de Casta, Nobleza y sobre todo de Bravura. Cada criador, a su manera, busca recrear el toro perfecto en su tierra. El animal que lucirá y dará fama y gloria a la ganadería y a su torero, pero también quedará en la memoria de los aficionados. Este toro que vive eternamente en los recuerdos y alimentará noches de tertulias.

Antes de este día final, el de su encuentro con el destino, el toro nacerá, vivirá y florecerá en libertad (controlada) durante cerca de 5 años. Bajo la mirada del Mayoral, la joven novilla será evaluada durante la Tienta. Seleccionada, se unirá a la manada y a su semental. Nueve lunas más tarde, nacerá su cría, un macho quizás, que ella protegerá y educara durante casi un año. Después del herradero, los machos vivirán separados de las hembras. La vida salvaje les enseñará a convertirse, 4 años después, en el toro que esperamos…

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el caballo

El PRE, o Pura Raza Española, es el caballo autóctono y el compañero preferido de los vaqueros (con algunos matices). Su “invención” es fruto del encuentro entre los monjes cartujanos, los misioneros de la llanura bética y los caballos indígenas. Los monjes establecieron su monasterio en la isla de la Cartuja, y los caballos se denominan cartujanos.

El caballo del vaquero debe satisfacer necesidades específicas en relación con el trabajo. Debe ser noble (amable, tranquilo), pero debe ser poderoso y vivaz, para responder con fuerza y rapidez a la orden del jinete en peligro. Es valiente sin ser temerario. Un buen caballo percibe un gran peligro y está en guardia. Es flexible y “corto” para poder, en caso de persecución, recortar (hacer un gancho repentino) al toro enfurecido.